Eran gigantes con un solo ojo en
mitad de la frente y un temperamento horrible. Según Hesíodo eran fuertes,
testarudos, y de «bruscas emociones». Con el tiempo, sus nombres llegaron a ser
sinónimo de fuerza y poder, y se usaban para referirse a armas especialmente
bien manufacturadas.

Urano temía su fuerza y los encerró
en el Tártaro.
Más tarde Crono, otro hijo de Urano y Gea, liberó a los
Cíclopes, junto con los Hecatónquiros y los Gigantes. Le ayudaron a derrocar y
castrar a Urano, pero Crono los volvió a encarcelar en Tártaro, donde
permanecieron, guardados por Campe, hasta que Zeus los liberó. Forjaron rayos
para que Zeus los usase como arma y le ayudaron en la guerra para derrocar a
Crono y a los otros Titanes (Titanomaquia). Los rayos que se convirtieron en el
arma predilecta de Zeus fueron forjados por los tres Cíclopes: Arges ponía el
brillo, Brontes el trueno, y Estéropes el relámpago.
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